La Casa Universitaria del Libro (CASUL), ubicada en la colonia Roma, es símbolo de la hermandad entre México y España, y de la apertura universal que caracteriza a la UNAM.
El inmueble, joya de la arquitectura ecléctica, es propiedad del Centro Asturiano de México, pero desde 1986 la dejó bajo el cuidado de la Coordinación de Humanidades de la Universidad Nacional –por medio de un comodato–, como muestra del agradecimiento que los migrantes españoles tienen hacia nuestro país y hacia esta casa de estudios, por haberlos acogido antes y durante el franquismo.
“Se decidió cederla a la Universidad en agradecimiento a la generosidad de México, que recibió a los migrantes, y en reconocimiento a la trascendencia de la UNAM en el ámbito cultural. Se quería que fuera un proyecto cultural importante, y sí, el comodato nos ha dado la posibilidad de tener nuestra casa viva”, expuso Aurelio González, integrante de la Comisión de Cultura de la Junta Directiva del Centro Asturiano.
Ubicada en las calles de Orizaba y Puebla, en los últimos años aquí se han realizado cerca de 300 actividades académicas como presentaciones de libros, talleres, diplomados, conciertos y mesas redondas, abiertas a todo el público, con la asistencia de más de 20 mil visitantes, informó la coordinadora de Divulgación y Publicaciones de la Coordinación de Humanidades de la UNAM, Malena Mijares.
“La comunidad asturiana está feliz porque la casa está en buenas condiciones, y viva. De común acuerdo se decidió darle una nominación que tiene que ver con el libro, eso ya le imprime una vocación cultural y humanística”, resaltó.
Además, la Universidad es una de las más grandes editoriales de América Latina y con una gran tradición, con lo que también se honra a maestros del exilio español.
“Si en algún lugar el exilio republicano encontró un hogar, fue en la Universidad Nacional, que le debe mucho a sus maestros. Hay diversas generaciones de filósofos, botánicos, médicos, abogados y literatos que tuvieron profesores que los marcaron, y eran parte del exilio”, agregó la coordinadora.
En ese sentido, remarcó, la Casa Universitaria del Libro, además de ser un símbolo de hermandad entre México y España, lo es también “de la apertura universal que caracteriza a nuestra casa de estudios”.
Joya arquitectónica de la Ciudad de México
El inmueble fue construido entre 1920 y 1925. La fachada de sus tres niveles está revestida de cantera labrada y en su interior cuenta con diversos vitrales.
Al ingresar, los visitantes acceden a un gran recibidor hexagonal irregular, de iluminación agradable, y pueden ascender a diferentes salas por una escalera con un vitral emplomado. Los pisos de granito combinan dibujos de color negro, rosa, blanco y crema, que simulan el giro de un enorme molino.
De acuerdo con información de la UNAM y del Centro Asturiano de México, la edificación perteneció a Joaquín Baranda MacGregor y a su esposa Dolores Luján, quienes la rentaron a la embajada de Brasil de 1940 a 1945.
En abril de 1945 el Centro Asturiano compró el inmueble y un terreno de dos mil 293 metros, por 750 mil pesos. Junto a “La casona” construyó un edifico anexo con restaurante, salones de fiesta y boliche, que fue su sede social hasta 1985, cuando inauguraron otro inmueble.
“El Centro no deseaba deshacerse de ‘La casona’, pero no queríamos que se convirtiera en un banco o restaurante, sino que tuviera una actividad acorde a su belleza. Se pensó que la UNAM era la institución idónea para su cuidado, y cuando planteó convertirla en la Casa Universitaria de Libro, nos pareció que era lo mejor”, aseveró Aurelio González.
Para esta casa de estudios, prosiguió Malena Mijares, el inmueble representa la oportunidad de tener un espacio de difusión y promoción de la cultura impresa fuera del campus universitario, en un barrio de gran vitalidad como la colonia Roma.
Se busca que la población la identifique como un centro cultural vivo: un espacio adecuado para exposiciones, obras de teatro, proyecciones de cine y conciertos, que permitan generar vínculos sociales con quienes viven a su alrededor. En septiembre de 2017, por ejemplo, también fue centro de acopio de donaciones para damnificados por los sismos.
Además, se espera que en los meses próximos el Centro Asturiano de México –con 14 mil socios que representan a unas 30 mil personas, entre asturianos y sus descendientes– coloque una placa conmemorativa por el centenario de su fundación.
Crédito de la publicación dgcs.unam.mx